Es sábado, y tu amiga de toda la vida ha estado martilleando en tu cabeza la importancia de no faltar a la cena en la que te presentará a su nuevo amor. Asistes, llena de curiosidad y un poco de escepticismo, preparada para interrogar al chico y asegurarte de que sea digno de ella. Pero al verlo, sientes algo inesperado. No solo crees que es adecuado para ella; también te fascina. Aunque esto pueda sonar a una narrativa ficticia, lo cierto es que muchas personas se han sentido identificadas con este escenario. De hecho, sentirse atraído por el amor de alguien cercano es más común de lo que podríamos imaginar.
Esta atracción se debe a algo llamado deseo mimético, un fenómeno descrito inicialmente en los años 70 por el filósofo René Girard . Desde entonces, ha sido objeto de múltiples investigaciones en psicología y neurociencia. Se han estudiado los fundamentos evolutivos, sociales y neurológicos que nos impulsan a querer lo que otros cercanos a nosotros quieren.
Aunque pudiera parecer una conducta aprendida, en realidad, nacemos con esta predisposición. Basta con observar a un bebé que abandona un juguete cuando otro niño lo toma para entender que se convierte automáticamente en su objeto de deseo. Desde este punto, la transición hacia el deseo de la pareja de un amigo no es tan radical. Pero, ¿a qué se debe? La psicología y la neurociencia ofrecen algunas respuestas.
Los mecanismos del deseo mimético
Según Girard, el fenómeno se compone de dos etapas. Primero, tenemos la mimesis, nuestra tendencia a emular a quienes están cerca de nosotros. Dado que somos seres sociales, es normal que nuestras acciones sean influenciadas por aquellos a nuestro alrededor. Sin embargo, esto se complica cuando la persona que imitamos desea algo, ya que es probable que también lo deseemos. Así, la mimesis se convierte en deseo mimético.
Este principio aplica tanto al deseo de un juguete en la infancia como a la atracción hacia la pareja de un amigo. Como señala la psicóloga Nicole Monteiro en una entrevista con IFLScience, no es algo de lo que debamos avergonzarnos. Lo verdaderamente peligroso es actuar impulsivamente, pues podríamos dañar nuestra relación con el amigo en cuestión. Al fin y al cabo, somos seres sociales, y las amistades tienen un valor incalculable para nuestra especie. Actuar bajo el influjo del deseo mimético puede llevarnos a una profunda sensación de pérdida y dolor.
El cerebro y el deseo mimético: más que solo química
Diversas hipótesis psicológicas apuntan a que el deseo mimético podría estar vinculado a nuestros sistemas de recompensa cerebral. Obtener algo que otra persona valora activaría estos sistemas, liberando dopamina y generando una sensación de placer. Estos sistemas suelen activarse con estímulos que son beneficiosos desde un punto de vista evolutivo, como el sexo o la comida rica en calorías, aunque también pueden activarse con sustancias nocivas.
En este contexto, el fenómeno tendría un componente social, pero aún quedan preguntas sin responder sobre las áreas específicas del cerebro involucradas en el deseo mimético. ¿Qué regiones cerebrales nos llevan a desear la pareja de un amigo?
Un estudio de 2012 sugiere que principalmente se activan dos sistemas: el sistema de neuronas espejo y el sistema de valoración cerebral. El primero se activa al realizar o ver una acción específica, y se piensa que está vinculado con fenómenos como el bostezo contagioso. Sin embargo, aún queda mucho por descubrir sobre su funcionamiento.
Cuando se trata del sistema de valoración cerebral, este incluye principalmente la corteza prefrontal ventromedial y el estriado ventral, aunque en ocasiones están involucradas también zonas límbicas. De una manera u otra, estas áreas están ligadas a las emociones y la percepción de recompensas. Por eso, es lógico que se activen cuando nos encontramos, por ejemplo, sintiendo una atracción hacia la pareja de un amigo.
En este estudio en particular, se enfocaron en algo mucho más sencillo. Las 116 personas que participaron vieron vídeos donde aparecían diferentes gominolas bajo distintas circunstancias, pero siempre divididas de dos maneras. O nadie las tocaba o se veía una mano manipulándolas. Posteriormente, se les pidió a los voluntarios que las evaluasen según determinados parámetros y, en términos generales, todos preferían la gominola que otra persona había manejado. Durante la toma de sus decisiones, se les realizó una resonancia magnética funcional que mostró actividad en las áreas cerebrales anteriormente mencionadas.
Conexión con trastornos alimenticios
Desafortunadamente, el deseo mimético no se limita solo a sentir atracción por la pareja de un amigo. También se manifiesta en formas mucho más perjudiciales. De hecho, el mismo Girard publicó un libro donde lo relacionaba con trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia.
Estos trastornos tienen un origen diverso, pero a menudo entre sus causas prevalece el anhelo por alcanzar cuerpos erróneamente considerados como normativos. Aunque Girard lo planteó mucho antes de la popularidad de las redes sociales, estas definitivamente han exacerbado el problema.
Piénsalo dos veces antes de desear
En un reportaje de IFLScience sobre el deseo mimético, citan el caso real de Eric Clapton , quien se enamoró de la esposa de su mejor amigo, el Beatle George Harrison . Su obsesión llegó a tal punto que ella terminó abandonando a su esposo para casarse con Clapton.
Sin embargo, ese matrimonio tampoco duró eternamente. Tras una década, el intérprete de «Tears in Heaven» admitió que su atracción surgió del deseo de tener lo mismo que una persona tan influyente como George Harrison. Sería pertinente mencionar que una mujer no es una propiedad , pero dejaremos eso para otra ocasión.
Lo que es innegable es que la fascinación por la pareja de un amigo podría transformarse en una relación efímera. Las amistades, cuando se cuidan, tienden a durar mucho más. Antes de dejarnos llevar por la dopamina y los sentimientos, reflexionemos sobre lo que realmente merece la pena.