Comer la placenta tras el parto, ¿saludable o peligroso?

En los últimos tiempos, ha surgido la tendencia de comer la placenta tras el parto. Sin embargo, ¿es realmente beneficioso o es solo un hábito que hemos adoptado de otras especies sin necesidad?

Claro, puede ser interesante seguir algunos patrones que encontramos en la naturaleza. Por ejemplo, aprender de cómo vuelan los murciélagos para fabricar drones, o estudiar la estructura de ciertos escarabajos para crear una pintura más blanca.





También es bastante provechoso explorar la capacidad regenerativa de algunos seres vivos.

Sin embargo, el hecho de que ciertos animales decidan consumir la placenta tras dar a luz no implica que nosotros, los humanos, debamos hacer lo mismo.

De hecho, es probable que, si estos animales vivieran en condiciones similares a las nuestras, ni siquiera contemplarían la idea de comer la placenta. A pesar de ello, esta práctica continúa siendo popular entre algunos.

Otra tendencia es la impresión de la placenta, que implica secar y teñir la placenta para luego plasmarla en un lienzo como recuerdo para las madres. Aunque puede parecer menos atractivo para algunos, no conlleva riesgos. En cambio, el consumo de la placenta, ya sea en cápsulas, batidos o de cualquier otra forma, puede ser peligroso.

Es un acto que no tiene ninguna utilidad y además puede ocasionar infecciones tanto en las madres que la consumen como en los bebés, si están siendo amamantados.

Así que, si quieres hacer algo con la placenta tras el parto, prepárate para crear un lienzo con pintura, pero mejor evita comértela.

¿Por qué los animales se comen la placenta?

A menudo, quienes defienden el consumo de la placenta argumentan que es una práctica natural que también realizan los animales.

Y tienen razón. Casi todos los mamíferos lo hacen , con la excepción de los marinos, los camellos y, teóricamente, los humanos.

¿Por qué los animales se comen la placenta?
Una cabra recién parida comiendo el saco amniótico.

El consumo de la placenta, o placentofagia , se practica en animales por dos razones. Por un lado, tras dar a luz, tanto la madre como sus crías son vulnerables a posibles ataques de depredadores. La placenta en descomposición emite un olor fuerte que puede atraer a estos posibles amenazas, por lo que las madres deciden comérsela.

Además, puede ser que, tras el parto, ciertos animales presenten algunas deficiencias nutricionales que intentan compensar comiendo la placenta.

Sin embargo, los humanos no enfrentamos estas circunstancias.

Las mujeres recién paridas pueden obtener los nutrientes necesarios a través de suplementos y una dieta equilibrada. Tampoco existen amenazas inmediatas. Incluso si las hubiera, la placenta generalmente se desecha. De hecho, en algunas culturas, especialmente en tiempos antiguos, se enterraba la placenta, posiblemente para evitar esos riesgos que otros animales intentan evadir. Pero nunca se comía.

¿Por qué hay gente que decide comer la placenta hoy en día?

En 2020, dos investigadores del King’s College de Londres llevaron a cabo un estudio para entender por qué algunas personas optan por comer la placenta.

Focalizaron su investigación en los foros de maternidad del Reino Unido, donde muchas madres primerizas comparten sus vivencias. Esto les permitió confirmar que la mayoría de las mujeres que toman esta decisión son heterosexuales, blancas, casadas y pertenecen a la clase media o alta.

En resumen, se trata de mujeres en una posición privilegiada, que realmente no necesitan consumir la placenta. Entonces, ¿por qué lo hacen?

Las razones son diversas, aunque en este estudio se descubrió que un buen número de las mujeres que lo hacen mencionaron haber tomado tal decisión por temor a problemas futuros. Algunas de ellas tienen antecedentes de problemas de salud mental o experimentaron partos difíciles o depresión postparto en embarazos anteriores.

Esta depresión postparto puede estar causada, entre otros factores, por un drástico descenso de ciertas hormonas tras el parto. Estas hormonas aún se encuentran en la placenta, por lo que piensan que su consumo puede ayudar a prevenir la depresión. Sin embargo, no hay evidencia científica que respalde esta creencia.

Placentofagia en el ser humano
A pesar de lo insólito de la conducta, desde los años 80 del siglo XX una proporción pequeña pero creciente de mujeres consumen la placenta de sus hijos tras dar a luz, aconsejadas por practicantes de medicinas alternativas que aseguran que su consumo tiene varios beneficios: reduce el dolor, previene la depresión postparto y ayuda a la lactancia.

Es vital comprender que, si estas mujeres toman la decisión de comer la placenta, es porque alguien les ha informado que podría ser beneficioso para ellas. Por eso, es crucial controlar la información que se difunde sobre este tema.

Los riesgos de comer la placenta

Es fundamental ser cautelosos con la información que circula porque el consumo de la placenta puede entrañar serios riesgos.

Por lo general, se toman ciertas medidas preventivas, como el tratamiento de la placenta con vapor caliente, para erradicar posibles microorganismos dañinos. Sin embargo, esto no garantiza su total eliminación. Muchos patógenos pueden resistir estos procedimientos . En particular, se ha detectado una alta presencia de estreptococos del grupo B en la placenta.

Estas bacterias pueden provocar problemas serios en los recién nacidos, cuyo sistema inmunológico aún es inmaduro. Se ha demostrado que, si las madres están infectadas, la bacteria puede transmitirse al bebé a través de la leche materna . Por lo tanto, la ingestión de la placenta no solo representa un peligro para las madres, sino que también puede tener graves consecuencias para sus hijos.

Podemos estar seguros de que, si los animales salvajes que consumen sus placentas dieran a luz en un hospital, con todas las garantías de higiene y seguridad, una dieta adecuada y en un ambiente protegido de cualquier amenaza, no comerían la placenta. Si vamos a tomar la naturaleza como referencia, también deberíamos considerar este aspecto.

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