5 de los procedimientos médicos más insólitos de la historia

Vivimos en un tiempo privilegiado, con la posibilidad de recurrir a un profesional de la salud esperando obtener un tratamiento que sea seguro y eficiente, una ventaja que seguro hubiera sido el sueño dorado de nuestros ancestros.





Basta con hacer un rápido repaso a nuestra historia para percatarse del impresionante avance que ha experimentado la medicina.

Aquí tenemos cinco de los procedimientos médicos más insólitos y peculiares que ha conocido la humanidad:

Un recipiente con flatulencias

La Gran Peste de Londres, ocurrida en la década de 1660, fue un tiempo de terror. La población estaba dispuesta a intentar casi cualquier cosa con tal de mantenerse sana, incluso inhalar el aroma de un recipiente lleno de sus propias flatulencias.

Un recipiente con flatulencias
En la década de 1600, algunos médicos recomendaron a sus pacientes que guardaran sus pedos en frascos y los olieran para ayudar a tratar la exposición a la peste bubónica.

En aquella época, los doctores estaban convencidos de que la plaga se esparcía por un vapor de aire letal y que un olor fétido podría contrarrestar la contaminación.

Por lo tanto, algunos residentes comenzaron a guardar sus flatulencias en recipientes, preparados para una inhalación rápida si la situación lo demandaba.

Transfusión con leche

Antes de que se conocieran los grupos sanguíneos, alrededor de la mitad de los pacientes que recibían transfusiones de sangre de un donante acababan perdiendo la vida.

A finales del siglo XIX, los médicos comenzaron a usar leche como sustituto.

Se creía que este líquido vital, proveniente de vacas, cabras o humanos, suministraba al organismo los materiales necesarios para generar glóbulos blancos de manera más segura que mediante la sangre de un donante.

Transfusión con leche
Ilustración de una transfusión de leche de un cordero a un ser humano por Matthäus Gottfried Purmann.

No obstante, las transfusiones de leche frecuentemente resultaban mortales. No pasó mucho tiempo antes de que esta práctica cayera en desuso.

El encanto de las momias

Si hubieras entrado a una farmacia europea durante la Edad Media, probablemente hubieras salido con una botella de polvo hecho de una momia egipcia triturada.

Desde el siglo XII en adelante, el uso de medicamentos a base de momias era muy común en Europa y se utilizaban para aliviar contusiones, dolores de cabeza, heridas, cáncer, gota o depresión.

Fue solo en el siglo XVI cuando los médicos empezaron a cuestionar este remedio. En toda probabilidad, todo fue un malentendido originado de una mala traducción de antiguos textos.

¿Cuándo comenzó la gente a comer momias?
A raíz de una serie de malinterpretaciones y errores en traducciones, los europeos de la Edad Media llegaron a creer que el consumo de cuerpos momificados podía curar enfermedades.

Estos textos sugerían que el betún, frecuentemente usado en el proceso de momificación, tenía propiedades curativas para heridas y fracturas o era un antídoto contra venenos.

La momia en sí nunca fue considerada como medicinal.

El Hotel Ballena

Una de las ideas médicas más recientes y absurdas surgió a finales del siglo XIX en un hotel de Australia. Aquí, pacientes con artritis reumatoide eran llevados hasta una ballena muerta y se les pedía que se acostaran en su cadáver durante varias horas.

Este raro tratamiento fue ‘descubierto’ por una persona ebria que tropezó con una ballena muerta en la playa y, por alguna razón, decidió ‘meter su cabeza en la grasa en descomposición’.

El Hotel Ballena

No solo despertó completamente sobrio, sino que también afirmó haberse curado de su reumatismo.

No está claro cuánto tiempo más personas siguieron su ejemplo.

El repollo, la cura para todo

En la antigua Roma, había una hortaliza que se consideraba más beneficiosa que casi cualquier otra.

El erudito romano Plinio el Viejo solía decir:

Sería muy tedioso enumerar todos los elogios del repollo.

Entre todas las aplicaciones propuestas por Plinio, una de las más raras es la de inyectar jugo de repollo caliente en los oídos para tratar la pérdida de audición.

El historiador romano Marco Catón el Viejo incluso escribió un tratado de 2000 palabras acerca de las maravillas del repollo. Y esto decía en uno de sus apartados:

Promueve maravillosamente la digestión y es un excelente laxante, y la orina [de los que comen repollo] es beneficiosa para todo.

De hecho, Plinio afirmaba que, si los niños pequeños se bañaban en dicha orina, «nunca se debilitarían».

¡Qué imaginativos eran nuestros ancestros!

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