La Plaza Mayor es el ícono de Madrid. En sus 12.126 metros cuadrados se encierra toda la memoria, desde que la Corte Real se trasladara desde Toledo. Los arcos de la Plaza Mayor cuentan una historia de más de 1.400 años, por donde han pasado grandes espectáculos, ejecuciones, incendios y gritos de guerra.
Cuando en 1561 Felipe II muda la Corte Real a Madrid, existía una laguna llamada de Lujan a las afueras de la segunda muralla de la ciudad. Estaba muy cercana a la Puerta de Guadalajara, una de las siete puertas que para entonces existían, incluyendo las tres de la al-mudayna.
Cuentan que el monarca acostumbraba a visitar la laguna para cazar patos, y también dicen que el propio Rey la mandó a secar, para construir una plaza con la intención de instalar allí un gran mercado, ya que no había ninguno.
El sitio tomó el nombre de Plaza del Arrabal, por ubicarse a las afueras de la villa, aunque al poco tiempo Felipe II levantó otro muro que ampliaba los contornos. Y entonces construyó la Puerta del Sol, que pasó a ser la puerta más al este y por eso lleva su nombre.
UNA PLAZA MULTIUSO CON PROPORCIONES ÁUREAS
Felipe III, hijo y sucesor de Felipe II, es quien toma a su cargo el diseño de la Plaza Mayor con sus edificaciones, para lo cual encarga al arquitecto Juan de Herrera. Se levantan los inmuebles circundantes al estilo Barroco del momento, incluidos la Casa de la Carnicería, para abastecer de carne a toda la villa, y la Casa de la Panadería para guardar el trigo y la harina.
Los entendidos en la materia aseguran que las dimensiones de la Plaza (129 x 94 m.), no son producto de la casualidad y que se basaron en una relación áurea. Lo cual significa que: “para que algo sea bello, debe existir la misma proporción entre la parte menor y la mayor, así como entre la mayor y el todo”.
La Plaza Mayor, que para entonces contaba sólo con tres arcos y otras entradas abiertas, aparte de cumplir las funciones de mercado también estaba destinada a espectáculos múltiples: corridas de toros, funciones de teatro, o fiestas de carnaval, y los dueños de los pisos estaban obligados a ceder los balcones para que la Intendencia Real rentara las localidades.
EJECUCIONES Y ACTOS DE FE
Pero el recinto no sólo serviría para la diversión, sino también para mostrar castigos ejemplarizantes, tales como las muertes por condena al cadalso, garrote vil o degollamiento, según fuera la alcurnia del penado, así como para las ceremonias a cargo del Santo Tribunal de la Inquisición.
Cada una de las ejecuciones se ubicaba en sitios específicos de la Plaza. Los nobles solían ser degollados frente a la Casa de la Panadería, mientras que los condenados a la horca se ejecutaban frente a la Casa de la Carnicería, y el garrote vil se aplicaba cerca del Arco de Cuchilleros.
En cuanto a los actos de fe, se realizaban en cualquier sitio de la Plaza, previamente decorado como un teatro, y los reos llevaban su traje de sambenito y su sombrero en forma de cono, con colores y diseños que se correspondían con la pena a la que hubieran sido sentenciados.
INCENDIOS DEVASTADORES Y EL PÚLPITO DEL ARCO DE CUCHILLEROS
Memorables son tres incendios de los años 1631, 1670 y 1790. En el primer caso por fuego en una casa, en el segundo por la Casa de la Panadería y en el tercero por la tienda de un comerciante. La última reforma terminó en 1854, cerrándose la Plaza totalmente y construyéndose los diez arcos que existen en la actualidad.
Por otra parte, cuando se recuerdan los eventos napoleónicos, se menciona al fraile Antonio que, subido al Púlpito del Arco de Cuchilleros, arengó a la multitud para que se rebelara, lo cual sucedió durante los días 2 y 3 de mayo de 1808. Su convento fue destruido en 1809 y está enterrado debajo de la Plaza de Oriente.
Por todos estos motivos y muchísimos otros, al caminar por la Plaza Mayor de Madrid se percibe esa extrañísima energía.