El sistema Nutri-Score, introducido para ayudar a los consumidores a identificar la calidad nutricional de los alimentos de manera rápida y sencilla, ha sido objeto de debates por su efectividad y por cómo puede ser utilizado como herramienta de marketing por parte de las empresas. La controversia radica en si este etiquetado cumple con su propósito de brindar información útil o si más bien se convierte en una estrategia comercial que las marcas aprovechan para destacar sus productos, muchas veces de manera engañosa.
El Nutri-Score clasifica los alimentos en una escala de letras de la A a la E, siendo la A la mejor calificación y la E la peor, con base en aspectos como el contenido de calorías, grasas, azúcares y sal. Aunque su propósito es facilitar una compra más informada, expertos denuncian que muchas empresas lo han adoptado como una herramienta de marketing para promocionar productos que, en esencia, no son tan saludables como parecen. Algo que parece más bien, parte de una tendencia.
Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), solo el 30% del etiquetado de un alimento corresponde a información obligatoria, como la fecha de caducidad o la lista de ingredientes. Mientras que el 70% restante está dominado por mensajes publicitarios que buscan atraer la atención del consumidor. Este desequilibrio entre información obligatoria y marketing crea una situación en la que la función informativa del etiquetado, incluida la del Nutri-Score, se ve empañada por la promoción.
El Nutri-Score ofrece una ventaja a las empresas que logran una buena calificación, ya que pueden destacar este logro en sus envases. Un producto con una calificación A o B, por ejemplo, puede ser promocionado como «saludable» o «ligero», lo que atrae a los consumidores preocupados por su salud. Sin embargo, esto puede resultar en mensajes engañosos. Algunos alimentos que obtienen una calificación favorable gracias a pequeños ajustes en la fórmula (como la reducción de azúcares añadidos o grasas saturadas o la incorporación de fibras) pueden ser percibidos como más saludables de lo que realmente son.
Un ejemplo recurrente es el de las bebidas azucaradas o los jugos procesados, que en ocasiones obtienen mejor calificación que productos aparentemente más naturales. Esto genera una percepción distorsionada en el consumidor, quien podría priorizar una bebida con Nutri-Score B sobre un zumo de frutas natural sin aditivos que, paradójicamente, podría tener una calificación inferior debido a su contenido de azúcar natural.
Esta situación refleja lo que Pedro Barato, presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja), criticó como una “clasificación inexacta”, calificando el sistema como un “invento francés” que llega a etiquetar refrescos como la Coca Cola Light como saludable, mientras que el aceite de oliva es penalizado por el sistema.
Las críticas hacia el Nutri-Score no son pocas. Por un lado, expertos en nutrición han señalado que su sistema de puntuación puede ser confuso y erróneo, distorsionando la percepción del consumidor y puede llevar a decisiones poco saludables.
Además, el sistema de etiquetado favorece a las empresas que tienen los recursos para optimizar sus productos con el fin de mejorar su puntuación Nutri-Score, dejando fuera a pequeños productores que no tienen la misma capacidad para ajustar sus recetas. Este aspecto del Nutri-Score se ha convertido, de facto, en una herramienta de marketing en lugar de una fuente de información objetiva y útil para los consumidores.
El papel de las marcas en la promoción de productos a través del Nutri-Score también está relacionado con la distribución del espacio en el etiquetado de los productos. Según la OCU, la mayor parte del envase está dedicado a mensajes promocionales, mientras que la información nutricional y obligatoria se relega a zonas menos visibles y con tipografías muy pequeñas. Este enfoque de marketing agresivo reforzaría la percepción de que la función del Nutri-Score es más comercial que educativa.
Este escenario plantea una paradoja: el Nutri-Score, diseñado para ser una herramienta rápida y fácil de entender, en realidad puede contribuir a la desinformación si se utiliza incorrectamente. Es por eso que las organizaciones de consumidores y expertos en salud piden una reforma del sistema que mejore su objetividad y garantice que los productos con calificaciones Nutri-Score más altas realmente sean las opciones más saludables.
Un aspecto que también ha sido debatido es la conexión entre el Nutri-Score y la sostenibilidad. Aunque el sistema se centra exclusivamente en aspectos nutricionales, la creciente preocupación por la sostenibilidad alimentaria hace que muchos cuestionen si un etiquetado que no considere el impacto ambiental de los productos está proporcionando una imagen completa. Barato ha señalado que muchas normativas actuales, como el Nutri-Score, no abordan de manera integral las necesidades del sector agroalimentario, especialmente en términos de sostenibilidad. Según él, se requiere un enfoque que no solo contemple la calidad nutricional, sino también los procesos de producción y el impacto ambiental de los alimentos.
El Nutri-Score, aunque inicialmente ideado para simplificar la elección de productos más saludables, ha sido aprovechado por las empresas para destacar características que atraen a un público preocupado por la nutrición, a veces a costa de ofrecer una información clara y veraz. Las críticas que recibe este sistema de etiquetado ponen de manifiesto la necesidad de dejar de lado estas herramientas que pretenden informar y acaban confundiendo a los consumidores.