Se enfatiza con frecuencia en las dificultades para dormir durante las calurosas noches de verano, pero enfrentarse a las bajas temperaturas nocturnas también presenta sus desafíos. Claro, las mantas son un recurso común, aunque no son la solución definitiva.
Hay quienes disfrutan inmensamente sumergirse entre capas de tejidos cálidos como la lana o la coralina, pero es posible que el peso de estas sea molesto o que nos haga transitar de un extremo de temperatura a otro. Por ello, merece la pena conocer algunas estrategias para dormir en el frío sin depender de las mantas.
Estas estrategias se centran en regular nuestra temperatura tanto externa como internamente. Esto implica adoptar ciertas prácticas para reducir la sensación de frío al dormir y también conocer métodos para acondicionar el ambiente. Entre estas últimas, la calefacción es una opción evidente, pero hay muchas otras posibilidades.
Consideremos que mantener la calefacción encendida toda la noche podría no ser lo ideal, ya sea por razones económicas, ambientales o incluso de salud, como la posibilidad de sufrir resequedad en la garganta. Entonces, si deseamos evitar el uso excesivo de mantas y no queremos dejar la calefacción funcionando indefinidamente, ¿cuáles son las alternativas para no despertar temblando de frío?
La temperatura idónea para el descanso
Para enfrentar las bajas temperaturas nocturnas es esencial no sobrepasar un cierto nivel al climatizar los espacios.
Nuestro cuerpo sigue ciclos fisiológicos que se repiten cada 24 horas aproximadamente, conocidos como ritmos circadianos . El ciclo del sueño es uno de los más evidentes, ya que alternamos entre períodos de vigilia y descanso en horarios más o menos constantes cada día.
Estos ritmos se ajustan mediante una serie de procesos interconectados, iniciándose con la percepción de la luz. La disminución de luminosidad al anochecer es detectada por el cerebro a través de los ojos, desencadenando, en términos generales, la liberación de melatonina. Esta hormona facilita la somnolencia de varias maneras, incluyendo el descenso de la temperatura corporal.
Es común sentir más frío por la noche, no solo por la bajada de las temperaturas externas sino porque la temperatura de nuestro cuerpo también disminuye . De hecho, un termómetro podría mostrarnos cómo la temperatura corporal, que alcanza su pico alrededor de las 16:00, comienza a caer gradualmente durante la noche, llegando a su punto más bajo en las primeras horas de la madrugada, para luego ascender nuevamente.
Este descenso de la temperatura es crucial para que nuestro organismo se prepare para dormir. Por lo tanto, intentar elevarla artificialmente podría ser perjudicial. Esto indica que no se trata de dormir en el frío per se, sino de mantener un ambiente con una temperatura adecuada que, según los especialistas, debería estar alrededor de los 18ºC.
Estrategias para un sueño reconfortante en noches heladas
Enfrentarse a las bajas temperaturas durante la noche puede ser un desafío, incluso cuando se piensa que se ha alcanzado un nivel de calor adecuado. Encontrar la forma de dormir plácidamente a pesar del frío, por lo tanto, requiere de ciertos ajustes.
Hemos notado que las mantas excesivas pueden resultar engorrosas y elevar nuestra temperatura corporal más allá de lo recomendable para los ciclos de sueño. Es por esto que buscar alternativas se vuelve necesario.
Ponerse calcetines para dormir es una opción que algunas personas no soportan, incluso en invierno. Sin embargo, se ha comprobado que este sencillo hábito puede ser excelente para inducir el sueño.
Esto se debe a que el ensanchamiento de los vasos sanguíneos en manos y pies es un indicativo para el cerebro de que ha llegado la hora de descansar. Este proceso facilita un mayor flujo sanguíneo hacia la superficie de la piel, permitiendo una disipación del calor y ayudando a regular la temperatura del cuerpo para un descanso óptimo. Nos proporciona calor y mejora la calidad del sueño.
El uso de mantas es viable, claro está, pero es preferible hacerlo en capas. Al igual que es más efectivo vestir varias capas de ropa para el frío en lugar de un único grueso jersey, al acostarse es mejor comenzar con una manta ligera e ir agregando más según sea necesario. De esta forma, evitamos el exceso de calor que podría perturbar nuestro descanso.
Este calor excesivo puede, paradójicamente, hacernos sentir más frío si transpiramos, ya que el sudor sobre nuestra piel, al ser agua, conduce el calor fuera de nuestro cuerpo, incrementando la sensación de frío.
Otra técnica eficaz es precalentar la cama antes de meternos en ella. Esto puede lograrse colocando bolsas de agua caliente entre las sábanas, creando un ambiente cálido y acogedor sin sobrecalentarnos.
Por tanto, es evidente que las medidas para evitar el frío en la cama deben tomarse con antelación. Realizar ejercicio ligero o beber una infusión calentita son acciones previas que ayudan. Mantener la habitación a una temperatura agradable es crucial, y para ello, un buen aislamiento de las ventanas es fundamental, permitiendo conservar el calor ganado durante el día, ya sea por la calefacción o la luz solar.
En resumen, la estrategia no consiste en aumentar el calor interno al máximo, sino en regularlo gradualmente para no caer en el error de sobrecalentarse, lo cual puede ser perjudicial para conciliar el sueño a pesar del frío exterior.