Con la llegada del verano en el hemisferio norte y el aumento de las temperaturas, muchas personas ya están planificando sus vacaciones en la playa. Aquellos que viven lejos del mar disfrutan tan raramente de sus paseos por la costa que a veces desean llevarse un recuerdo: conchas, piedras, arena de la playa… Todo parece valer. En los últimos años, se ha hablado mucho sobre los peligros medioambientales de llevarse conchas. Estas son el hogar de muchos animales y su extracción puede causar un gran impacto. Sin embargo, no estamos tan concienciados sobre el daño que también supone retirar piedras o arena de la playa.
De hecho, la situación es tan crítica que muchos países han comenzado a imponer sanciones a quienes se llevan arena. Las multas varían según el nivel de protección de la playa y la cantidad de arena extraída. Porque sí, aunque no lo parezca, tomar arena de la playa es una forma de robo.
La gravedad de este acto es tal que en Cerdeña, uno de los lugares con las penas más estrictas, incluso se puede enfrentar a condenas de cárcel si se trata de playas protegidas y la cantidad tomada sugiere su comercialización. ¿Pero por qué algo aparentemente inofensivo resulta tan peligroso?
Los riesgos de llevarse arena de la playa
La arena de la playa, al igual que las conchas, desempeña un papel esencial en los ecosistemas marinos. Muchos animales, como los cangrejos, viven en ella o la utilizan para enterrar sus huevos, como las tortugas. Sin embargo, esto no es todo.
Según explicaron Joseph Earl y Suzana Ilic, dos científicos medioambientales de la Universidad de Lancaster, en un artículo para The Conversation , la arena de la playa también juega un papel crucial en la absorción de la energía de las olas. Por lo tanto, tanto la arena como los guijarros actúan como una barrera natural esencial para prevenir inundaciones y la erosión.
La cantidad de arena y guijarros se regula de manera natural mediante el oleaje. Los sedimentos se mueven dentro y fuera del agua, depositándose en la orilla según su tamaño y la fuerza de las olas. Así se forma el promontorio cercano al rompeolas, conocido como berna, que actúa como la primera barrera contra el oleaje. En áreas donde las olas son más fuertes, está compuesto por guijarros más grandes, permitiendo que las olas generadas por grandes tormentas se frenen con mayor eficacia.
La gravedad del problema
Llevarnos una pequeña cantidad de arena durante nuestras vacaciones no va a destruir un ecosistema. Tampoco lo hará tomar unas cuantas piedras suaves para decorar nuestra casa. Pero si miles de turistas lo hacen, el impacto puede ser significativo.
En algunas regiones ya se están observando las consecuencias de esta extracción artificial de arena de las playas. Un ejemplo de ello se encuentra en ciertas áreas de Inglaterra, donde hace años se decidió multar a quienes retiren sedimentos en casi todas las playas del país. En algunas playas del noroeste, las multas ya superan las 1.000 libras .
En Cerdeña, como mencionamos anteriormente, las sanciones varían entre 500 y 3.000 euros, llegando incluso a penas de cárcel en casos específicos. Incluso en España, particularmente en las Islas Canarias, se han establecido multas que oscilan entre 150 y 3.000 euros.
En México, un país con numerosas playas protegidas y una gran afluencia de turistas, también han comenzado a aplicar medidas similares o alternativas, como cobrar a los turistas por la arena que se llevan. Sin embargo, esto no resuelve el problema, especialmente porque a menudo se trata de visitantes con alto poder adquisitivo. Por esta razón, las recomendaciones están cambiando y se está considerando imponer multas directamente.
Las sanciones pueden ser necesarias, pero lo más importante es concienciar. Muchas personas que se llevan arena de la playa no son conscientes del daño medioambiental que esto causa. Por ello, es esencial informar y educar sobre los riesgos. De esta manera, muchos turistas probablemente dejarán de hacerlo, incluso en playas donde no se impongan multas. Para los demás, la perspectiva de pagar una multa puede ser un buen disuasivo.